viernes, 18 de diciembre de 2009

Jane Jacobs

Hace menos de tres años, en abril del 2006, moría, a los 89 años de edad, Jane Jacobs una de las figuras más notables del urbanismo de la segunda mitad del siglo XX. De Jacobs existen cientos de estudios, de análisis, de tesis. Sin embargo, cada vez que uno lee sus obras (y no solamente Muerte y vida de las grandes ciudades, su texto de referencia) encuentra cosas nuevas y ya sólo por esto merecería la pena dedicarle un artículo. Además entiendo que resulta imprescindible hacer notar su existencia a los jóvenes del siglo XXI que, probablemente, pensarán que una autora cuyo libro fundamental es del año 1961 tiene pocas cosas que decir acerca de los nuevos tiempos. Si es así, se equivocan completamente.

Jane Jacobs

Es necesario advertir que sus análisis y propuestas se refieren a los barrios centrales de las grandes ciudades. No a los suburbios, ni a las ciudades medias o pequeñas.

En su análisis del uso de las aceras: “Mantener la seguridad de la ciudad es tarea principal de las calles y aceras”. En ellas habla de la imperiosa necesidad de que nuestras ciudades sean seguras para que sean sostenibles. La inseguridad conduce directamente a una ciudad segregada, separada en trozos en la que las diferentes clases sociales, el comercio, las oficinas, las áreas de espectáculos, se van separando entre sí constituyendo verdaderas áreas especializadas y propiciando inútiles desplazamientos para poder llevar a cabo las labores más cotidianas con una infrautilización del espacio verdaderamente clamorosa. Es decir, da lugar a ciudades ineficientes.

Plataforma urbana


Por último,puesto que el uso de la calle tiene tanta importancia para Jacobs, no me resisto a reproducir los párrafos siguientes: “Una calle hecha para vérselas con extraños y que aspire a gozar de un determinado nivel de seguridad, al margen de la presencia de esos extraños -así son siempre las calles de una vecindad que ha sabido solucionar el problema-, ha de reunir estas tres condiciones: En primer lugar debe haber una neta demarcación entre lo que es espacio público y lo que es espacio privado (…) Segundo, ha de haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas a las que podríamos considerar propietarios naturales de la calle (…) Tercero, la acera ha de tener usuarios casi constantemente, para así añadir más ojos a los que normalmente miran a la calle, y también para inducir a los que viven en las casas a observar la calle en número y ocasiones suficientes.”


Si alguien quiere conocer más a fondo a esta gran urbanista, puedes encontrar mas información (en inglés) en: http://habitat.aq.upm.es/boletin/n34/nred.html


Beatriz Arévalo Parras

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