lunes, 8 de febrero de 2010

Nuevo libro sobre Cerdà




El director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (ETSAB), Ferran Segarra, y otros arquitectos reflexionan sobre el Plan Cerdà en el libro 'La Barcelona de Cerdà'.

Daniel Campo Salinas, ABC, EFE.

En la obra, junto a una Pedrera atestada de turistas y en pleno corazón de la obra de Ildefons Cerdà, un grupo de experimentados arquitectos catalanes disecciona, sobre la mesa de un restaurante, la evolución de la obra del genial urbanista catalán de cuya obra cumbre, el Eixample barcelonés, se cumplen 150 años en 2009.

Con motivo de esta efeméride, arquitectos reconocidos como Salvador Tarragó y Carles Martí, identificados en los años 70 como el Grupo 2C, recogen en el libro artículos ya publicados en los que reflexionan sobre la vigencia del Plan Cerdà que, como si de las interminables obras gaudinianas, sigue hoy construyéndose y cosiendo la ciudad.

Los comensales alaban las perfecciones técnicas de un plan que "ante todo intentaba poner orden" en una ciudad, "la única del mundo que realizó la revolución industrial sin derribar las murallas", y critican las perversiones urbanísticas como las alturas elevadas de los edificios.

"Los arquitectos de más renombre hacen sus peores edificios en Barcelona", asegura tajante Ferran Segarra con el asentimiento del resto de arquitectos, que señalan al nuevo complejo de oficinas del 22@ y los hoteles de diseño de Diagonal Mar como los sepultureros del plan Cerdà.

La torre Agbar, obra de Jean Nouvel, se lleva todas las bofetadas: un jaula de cristal y acero con ventanas selladas, antítesis del urbanismo "social" de Cerdà, para quien la calidad de vida los ciudadanos era la esencia de su urbanismo, que buscaba la luz, la ventilación y la fluidez en el transporte en una ciudad condenada a la insalubridad de las callejuelas de Ciutat Vella.

Para estos puristas en la materia las construcciones verticales responden a una especulación y acumulación de capital que provocan el aumento desproporcionado del precio del m² de suelo y generan "injusticias sociales" entre ciudadanos: los que desde lo alto de sus modernas atalayas dominan el hormiguero popular.

Ninguno de los autores dudaría en derribar inmediatamente no sólo la obra de Nouvel, sino toda el área del Fórum, cuyos hoteles en primera línea de playa "impiden el derecho de todos los barceloneses a contemplar el mar" y rompen las perspectivas paisajísticas de las rectilíneas calles proyectadas por Ildefons Cerdà.

"Somos unos provincianos", afirman. Para los autores del libro los políticos barceloneses desenrollan la alfombra roja a cualquier arquitecto reconocido que se ofrece para construir en la ciudad y se les concede "lo peor que se le puede dar a un arquitecto: la libertad total".

"Esta libertad total conduce al fracaso seguro", aseguran, y reclaman que sean los propios vecinos del área a reformar los que impongan los límites según sus necesidades sociales y vitales para evitar "construir edificios que, como el del Fórum, no sirven para nada".

La ciudad es un organismo vivo con necesidades cambiantes. Si Cerdà posibilitó el paso de la Barcelona medieval a la modernidad, los arquitectos reclaman ahora un nuevo urbanista genial que les ilumine en el camino a seguir para afrontar el paso a una nueva era marcada por la sostenibilidad medioambiental y una economía sin fábricas ni altas chimeneas contaminantes.

Entre anhelos de Cerdà, los suspiros por un nuevo mesías del urbanismo y, a pesar de las críticas, los arquitectos coinciden en que sin el ensanche ortogonal de Barcelona la ciudad no habría tenido el éxito internacional del que ahora goza.